Una de las ciudades de Bretaña que hay que visitar es Vannes, una ciduad medieval y marinera, con casas de vigas de colores, puerto, murallas, unos antiguos lavaderos, jardines y muchísimo ambiente, bueno esto es común en toda Bretaña. Hay que dejar el coche junto al puerto o fuera de las murallas y dejarse llevar, vayas por donde vayas seguro que aciertas.
Vannes tiene motivos de acabar en “s” por sus múltiples encantos: es la capital de Morbihan, tiene un puerto deportivo, una plaza fortificada, una ciudad medieval… En definitiva, es una ciudad llena de arte e historia. Con muelles bordeados de árboles, casas del siglo XV y las calles te hacen sentirte como si estuvieras en la edad medieval¡¡¡Yo lo que hice básicamente fue callejear, sobre todo por delante de la plaza Gambetta, situada frente al puerto, me encantó. Aprovecha para hacer un alto en alguna terraza antes de entrar en el casco antiguo por la puerta de Saint-Vincent. Al cruzar el pórtico, aparece una calle bordeada de edificios del siglo XVII. Alrededor de la plaza des Lices, los palacetes se codean con casas medievales de entramado de madera. Las fachadas se iluminan de colores que marcan un ritmo alegre. Más allá de la catedral y de la Cohue, la calle Saint-Gwénaël se inclina hasta la Puerta Prison: un acceso al pintoresco barrio de Saint-Patern.
Fuera de las murallas, la ciudad se convierte en naturaleza: el paseo de la Rabine se transforma en avenidas arboladas junto a los pontones. La orilla conduce al Acuario Oceanográfico y al Jardín de las Mariposas. Entre los primos de Nemo o en medio de mariposas capitanes, pasarás momentos inolvidables, espero que os guste tanto como a mi, (si es que váis)
Vannes tiene motivos de acabar en “s” por sus múltiples encantos: es la capital de Morbihan, tiene un puerto deportivo, una plaza fortificada, una ciudad medieval… En definitiva, es una ciudad llena de arte e historia. Con muelles bordeados de árboles, casas del siglo XV y las calles te hacen sentirte como si estuvieras en la edad medieval¡¡¡Yo lo que hice básicamente fue callejear, sobre todo por delante de la plaza Gambetta, situada frente al puerto, me encantó. Aprovecha para hacer un alto en alguna terraza antes de entrar en el casco antiguo por la puerta de Saint-Vincent. Al cruzar el pórtico, aparece una calle bordeada de edificios del siglo XVII. Alrededor de la plaza des Lices, los palacetes se codean con casas medievales de entramado de madera. Las fachadas se iluminan de colores que marcan un ritmo alegre. Más allá de la catedral y de la Cohue, la calle Saint-Gwénaël se inclina hasta la Puerta Prison: un acceso al pintoresco barrio de Saint-Patern.
Fuera de las murallas, la ciudad se convierte en naturaleza: el paseo de la Rabine se transforma en avenidas arboladas junto a los pontones. La orilla conduce al Acuario Oceanográfico y al Jardín de las Mariposas. Entre los primos de Nemo o en medio de mariposas capitanes, pasarás momentos inolvidables, espero que os guste tanto como a mi, (si es que váis)
Ya descubriréis más sobre Francia otro día, que por hoy ya estuvo bien.
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