SIEMPRE
“Si te vas no lloraría, simplemente
moriría.”
-Dejadme en paz. No quiero saber
nada de vosotras. ¡Sois unas falsas y unas estúpidas!
-Bien, ¡pero si cruzas esa puerta no
te molestes un volver a cruzarla!
-Puedes estar segura de que no lo
haré…
Y así, triste y melancólica me fui a
casa. No estaba de humor para hablar con Paco, ese taxista tan hablador que no
se enteraba de nada, así que decidí ir a pie. Sentía que este mundo no me
correspondía, que se habían equivocado conmigo. Al girar la esquina me di de
bruces contra alguien.
-Perdón- musité.
Ni siquiera habría levantado la
cabeza de no ser que me hubiese quedado prendida de esos ojos azules. Era un
chico joven. Más o menos de mi edad. Vestía de negro y aunque eso me llamó la
atención lo más extraño era su rostro. Tenía unos rasgos angulosos y era
bastante pálido; mechones de pelo negro le cubrían la frente. Era guapísimo… y
esos ojos, esos que además de atraerme me producían escalofríos… Se limitó a
mirarme durante un largo rato en el que sentí que mi mente quedaba enganchada a
la de él. Finalmente y aunque pareció dudar, se alejó calle abajo. Entré muy
confundida a casa sin ser capaz de pensar ya que el recuerdo de los ojos de
hielo de ese extraño muchacho me nublaba la mente.
Cuando conseguí reaccionar le conté
a mi madre el enfado con mis amigas. Mi cumpleaños era después de una semana y
parecía bastante claro que no iba a ser celebrado. Estaba tan triste… me hacía
mucha ilusión. Decidí irme a mi habitación para reflexionar: primero el enfado
con mis amigas y después el encuentro con ese extraño muchacho…
Estaba apunto de dormirme sumida en
mis pensamientos cuando mi madre entró en la habitación.
-¿Qué quieres?- le dije malhumorada.
-Cariño, he estado pensando… verás,
como te has enfadado con tus amigas y no vas ha hacer una fiesta podemos hacer
algo nosotros juntos. Como sé que esto te gustará mucho ya he
pedido las entradas.
-¿Entradas? Espera, no será…
¡Disneyland! ¡Muchísimas gracias, mamá, te quiero muchísimo!
-¿Cuándo llegamos?, ¿queda mucho?
-Tranquila… No hay prisa, ¡ya hemos
llegado!
-¡Sííí!
Por fin había conseguido que
fuésemos a ese parque de atracciones tan alucinante con el que llevaba soñando
desde que era una niña. Salí corriendo del coche y nada más llegar me monté en
la montaña rusa de los anuncios. Cuando me bajé estaba un poco mareada pero me
sentía realizada. Fui a buscar a
mamá para contárselo todo pero no estaba. De repente recordé que habíamos
quedado dentro de una hora en la plaza principal. Caminé hasta allí dispuesta a
esperarles y encontré a mi padre. Le pregunté donde estaba mamá y me dijo:
-Se ha ido.
-¡¿QUÉ?!- grité, y eché a correr
entre lágrimas.
Llegué a una plazoleta y me senté en
el borde del estanque para descansar pues me parecía que ya había dejado a mi
padre suficientemente atrás. De repente reflexioné y pensé:
-Pero qué he hecho…
Volví corriendo al lugar donde unos
minutos antes había dejado a mi padre pero no estaba. Recorrí todo el parque
hasta que se hizo de noche y cuando me desmayé a los pies de un árbol no pensé
en nada más. Me desperté por la mañana y lo primero que vi fue unos
escalofriantes ojos de hielo. Pegué un bote y me separé con tanta prisa que me
caí de la rama del árbol en la que me encontraba tendida. Sentí un crujido en
mi pierna izquierda y solté un alarido de dolor. Noté como unos fuertes brazos
me acunaban y me tumbaban cuan larga era en el suelo. Unas manos frías me
subían la pernera del pantalón dejándome al descubierto la fea herida que me
había causado la caída. Por unos momentos sentí miedo pero aquella mano helada
me aliviaba tanto que me abandoné a la oscuridad. Cuando me desperté él se
había ido. No me gustaba nada la idea de andar sola y herida por las calles de
Madrid con esta noche tan cerrada pero tenía que escapar. Dejé atrás la entrada
del parque y me disponía a cruzar la calle cuando una sombra pasó a toda
velocidad por delante de mí. Un momento más tarde me encontraba tumbada en el
banco del que me había escapado y unos fuertes brazos me sujetaban con
violencia.
-¿Por qué te has escapado?
-¿Quién eres? O mejor dicho, ¿quién
te crees que eres para retenerme aquí?
-Me llamo William – se limitó a
decir.
-Bien William, y ¿por qué me tienes
aquí?
-Lo único que tienes que saber es
que te he salvado y he incumplido mi deber, por lo que tu y yo debemos
escondernos o si no nos matarán.
-¿Y qué tiene que ver conmigo todo
esto?
-Por que mi deber era matarte, como
no lo he hecho ahora te matarán a ti y además a mí si no nos escondemos. Al
menos por el momento…
-Pe… pero… ¡Oh, no! ¿Qué has hecho
con mis padres?
-Matarlos, era la única forma de
salvarte.
-¡MONSTRUO! ¡NO ME TOQUES!-sentí como
los tentáculos de su mente se ataban a la mía y lo último que pude ver fue unos
ojos azules.
Estaba en una luminosa estancia.
Parecía la habitación de un piso moderno. Me giré para seguir examinando la
sala y descubrí una cocina. Acababa de acordarme del hambre que tenía;
necesitaba comer algo. Me levanté y caminé hasta allí y para mi sorpresa ahí
estaba William. De repente se me vino a la cabeza todo lo que había pasado el
día anterior y tuve que apoyarme en él para no caerme. Estaba muy frío…
-Necesitas comer algo.
Me disponía a soltarle una
barbaridad pero decidí callarme pues tenía razón y no estaba de humor para
discutir. Ya se lo diría luego. Si me iba a tener que esconder con él para
salvar mi vida tendría tiempo de sobra…
Comimos juntos e incluso charlamos
un poco. He de reconocer que era bastante majo pero aunque cada vez me atraía
más la idea de estar viviendo con él no podía olvidar que hubiese matado a mis
padres. La verdad era que William era verdaderamente raro. Al principio me
trataba con una indiferencia odiosa pero ahora es sobreprotector e intenta
darme conversación. Como intentando disculparse… ¿Qué estará tramando? Después
de todo lo que me había pasado estaba agotada y me fui pronto a la cama, me
puse el pijama y… cuando me iba a acostar me percaté de que era una cama
matrimonial y que al ser un apartamento solo había esa habitación. Miré
discretamente al salón donde William estaba tumbado viendo una película. Me
dedicó una de sus medias sonrisas. Parecía bastante divertido…
Decidí no pensar más en ello y
acostarme; si se atrevía a meterse en la cama conmigo le iba tal patada que no
sería capaz de volver a mirarme a la cara.
Me desperté a mitad de la noche y
descubrí que William se había quedado dormido en el sofá y había dejado la televisión
puesta. Me acerqué hasta el sofá y la apagué. Me quedé mirándole y finalmente
le puse una manta por encima. Me senté a su lado y me acurruqué pensativa…
¡Oh, no! ¡Me había dormido! Entreví
la camisa negra de William tras la mesa de la cocina y me acerqué hasta allí.
No se que me pasaba últimamente pero estaba muerta de hambre. Entré y le saludé
y como estaba de mal humor y no me contesto le dije:
-¡Anda! Además de asesino y
secuestrador, mal educado ¡Menuda joya!
Se me quedó mirando como si le hubiese
clavado un puñal pero no dijo nada. Me arrepentí pero tampoco yo dije nada. Que
sufriera, había matado a mis padres. Y así pasaron los días. Yo aburrida como
una ostra y él de vuelta a esa indiferencia que llegaba a límites
insospechados. Una noche aguanté más y fui a buscarle al salón, donde solía
pasar la noche:
-William, siento mucho haberte dicho
eso. Sé que todo lo que has hecho hasta ahora era para ayudarme y… en fin,
perdóname.
Se me quedó mirando con sorpresa y
yo me quedé congelada en esos ojos de hielo. Otra vez sentí esa sensación de
que me quedaba en blanco y mis pensamientos dejaban de pertenecerme. Cuando
pensé que no iba a contestarme y que seguía enfadado me respondió:
-Tú me quieres. No estaba muy seguro
por qué ni tu misma al principio lo tenías claro y además tu mente es muy
difícil de leer pero… Al fin, por eso has venido, si no me quisieras no te
hubieses disculpado.
Y me besó.
Fue un beso extraño, al principio
con mucha timidez, luego con rabia, y, finalmente, con ternura…
Nos quedamos abrazados tumbados en
el sofá y nos dormimos. Al despertarme por la mañana William se había
despertado pero no se había ido (algo muy raro en él) y me estaba observando.
De repente se me vino a al cabeza una frase que había dicho anoche “tu mente es
muy difícil de leer”. Así que esa sensación que sentía era por que me estaba
leyendo la mente.
-William ¿qué eres? Aquella noche en
el parque de atracciones cuando intenté escapar, viniste rapidísimo, casi no te
veía y me cogiste. Anoche dijiste que mi mente era difícil de leer. ¿Qué me
ocultas?¿Cómo puedes hacer eso?¿Quién eres?
-Victoria yo…
-¿Tú qué, William? Ya sabes que te
quiero, lo sabes todo de mí por que me has estado espiando y me puedes leer la
mente, pero… ¿qué sé yo de ti?
-Antes de nada Victoria, te quiero.
Verás, tuve una infancia bastante dura. Mi padre era un pobre librero que casi
no podía mantenerse a sí mismo por lo que cuando un señor se presentó en la
tienda buscando un aprendiz él acepto encantado. Por supuesto mi padre no sabía
que el tal “Shiskatch” lo que quería era un aprendiz de brujo, no un
estudiante. Consiguió la confianza de mi inocente padre diciéndole que me daría
de comer en abundancia y tendría ropa elegante además de mis estudios y que lo
único que quería a cambio era su alma. Mi padre que no creía en esas cosas
acepto encantado pensando que merecía la pena fingir que creía en
supersticiones. Lo que el no sabía era que esas supersticiones le arrebatarían
la vida. Vi cómo mi padre moría a mis pies, aún con una sonrisa en los labios.
Ese día pasé a ser otro peón en el juego que el brujo tenía preparado. Cuando
cumplí quince el brujo decidió consagrarme como brujo de la oscuridad y hacerme
participar en sus misiones. Esta fue mi primera misión, matarte a ti y a toda
tu familia pues aunque no se hayan manifestado en ti todavía las dotes mágicas
que te corresponden pronto se darán a conocer y sabremos si te convertirás en
maga o en bruja. Tus padres eran los dos magos por lo que probablemente te
conviertas en lo mismo. El brujo me ordenó matarte a ti también pero me he
enamorado. Aún así matando a tus padres me aseguré de mantener distraído a mi
señor por un tiempo pero pronto vendrá a por nosotros y más te vale haber
desarrollado tus poderes o no podremos vencerle y también tu pasarás a ser una
de sus pertenencias. Pero tranquila pues creo que ya estás en camino y yo te
enseñaré a usar tus poderes. Antes de eso debes saber que yo soy un brujo de la
oscuridad y tu te convertirás en una maga de la luz. Somos seres opuestos y
estamos destinados a luchar en distinto bando. Solo si lo deseas con todo tu
corazón podremos estar juntos… Por ejemplo, cuando te recogí a la salida del
parque estaba viajando con la oscuridad, mi medio natural. Cuando tú seas una
verdadera maga y no una aprendiza podrás hacerlo.
-Yo, yo, yo no sé qué decir…
-No digas nada, ahora ya lo sabes,
simplemente tendremos que entrenarte y mientras que Shiskatch no venga a por
nosotros podremos ser felices.
Esa noche dormimos abrazados en el
sofá y por la mañana estuve entrenándome con las distintas pruebas mágicas que
William me ponía. Al final del día estaba tan cargada de energía mágica que al
besar a William por poco lo electrocuto. Y esa era la rutina: William,
entrenamiento, William, comer, William, dormir…
Hasta que un día me despertó
bruscamente. Estaba muy excitado y me dijo entre susurros que teníamos que
irnos. No le pregunté por qué. Era poco hablador y cualquier cosa que se
pudiera entender sin falta de palabras…
Recogí las pocas pertenencias que
tenía en aquel discreto apartamento y las metí en la mochila. Pronunciamos las
palabras del hechizo de teletransportación (había aprendido los hechizos
básicos y ya los realizaba con soltura) y nos fuimos sin dejar una sola pista
de haber estado allí.
De repente, aunque estuvieran en la
nada y no hubiesen completado su viaje todo se paró. Algo, una fuerza invisible
los separó, y William se quedó solo, y Victoria se quedó sola…
¿Dónde está Victoria? Estaba a su
lado y de repente, ya no estaba. ¿Qué había pasado? Estaba solo y muy débil.
Era como si toda esa oscuridad, su medio natural le estuviese matando poco a
poco, agotando sus energías. Se sentía completamente vacío sin Victoria al
lado. No sabía lo que hacer y cuando sintió que sus piernas le fallaban se dejó
caer, sin ganas de luchar. Cuando llevaba un rato así comenzó a oír voces que
poco a poco fueron tomando forma y se convirtieron en personas. ¡Era
Victoria!¡Estaba en manos del brujo! Tenía que salvarla como fuera. Sacando
fuerzas de la nada consiguió levantarse y correr hasta ella pero cuando estaba
a punto de agarrarla se esfumó en el aire. Un engaño. Conocía al señor y sabía
que le gustaba jugar con sus víctimas antes de matarlas. Le torturaría tanto
física como mentalmente hasta matarlo. Pero lo peor, lo peor de todo, era que a
Victoria le haría lo mismo y con solo pensar en eso ya se moría por dentro.
Decidió responder a la provocación del brujo por que prefería morir
intentándolo que tirado en la oscuridad.
Tuvo visiones horrorosas de como
torturaban a Victoria de distintas maneras. Después se quedaba paralizado en la
oscuridad y millones de monstruos le arañaban e insultaban. Cuando pensó que
iba a morir, cuando creyó haberse vuelto loco; todo desapareció. Entonces
apareció el verdadero Shiskatch con Victoria encerrada en una burbuja de
fuerza. Tenía que salvarla, el brujo le estaba diciendo alguna tontería cuando
se le ocurrió una idea. Le daría todas sus energías a Victoria y entonces esta
seria capaz de escapar, tan solo daría su vida, un insignificante precio a cambio
de la de ella, que le había perdonado hasta la muerte de sus propios padres. Le
dedicó a Victoria una de esas medias sonrisas que tanto le gustaban y comenzó
el traspaso, poco a poco el cuerpo de William se fue convirtiendo en… eso, un
simple cuerpo, pues le había dado su alma y su energía a Victoria.
¡OH, NO! ¡WILLIAM! Intenté gritar,
pero aquella maldita burbuja no me dejaba hacer nada. Aunque… me sentía muy
llena, con mucha energía, antes estaba agotada y no había podido hacer nada por
que la burbuja le robaba la energía. Tenía que aprovechar ese momento. Deje que
la magia fluyera por todo mi cuerpo e intenté el hechizo que William dio que
solo podían hacer los hechiceros consagrados. Sería difícil pero había de
intentarlo, por él, por su sacrificio. Descontrolé esos sentimientos y… ¡si,
había viajado con la luz! No fui muy lejos por que era casi todo oscuridad pero
estaba al lado de William y eso me valía. Para no agotar por completo su
energía vital la encerré en otra burbuja de fuerza. El duelo contra Shiskatch
debería librarlo yo sola. Creé un escudo y preparé un hechizo. El brujo de la
oscuridad me atacó primero pero no me dio tiempo a reaccionar pues ya me estaba
lanzando otro. No sabía lo que hacer, mi escudo estaba cada vez más débil y no
tenía tiempo entre ataque y ataque para reponerlo. Estaba agotada y no sabía lo
que hacer. De repente la voz de William sonó en mi cabeza, “LUZ” me dijo.
¡Claro! Era un brujo de la oscuridad, debía atacarle con luz puesto que los
otros hechizos no le afectaban. Antes de nada preparé una reserva de energía
para no desmayarme una vez hecho el hechizo y a continuación…
… No vi nada más, solo luz, luz y
más luz, me había fallado la reserva, mi último pensamiento fue para William y
con las pocas fuerzas que me quedaban le devolví su alma.
¿Dónde estoy? ¿Dónde está William?
Estaba verdaderamente sorprendida. Era una sencilla habitación pero aunque
creía reconocerla no lograba ubicarla en mis recuerdos, estaba muy confundida.
Escuche los pasos de alguien acercándose… ¡Era William! Lo recordé todo ¡había
derrotado al brujo! Estaba agotada; iba a decir algo pero William me besó antes
de que pudiese abrir la boca, y en esos momentos, no pensé en nada más que en
él. Y supe que quería estar con el siempre. Lo pensé con todas mis fuerzas y
respondiendo a ello me dijo:
-Siempre.
Alba Ramírez
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