Últimamente andamos todos con mucha prisa, si que en vez de andar contando todo al detalle, vamos a lo resumido. De ahí ha salido la última moda en literatura, los microrelatos.
Aquí os dejo uno de mío, de terror, pero recordad que no debe de ser una gran maravilla, si no muchas emocines en un fasco pequeño.
La Nueva
España
Intenté
leer esta noticia sin llorar miles de veces, pero aún no lo he conseguido. Tan
solo recordar ese día hace que mis ojos se inunden de lágrimas, y que la
angustia me coma por dentro.
Todo
comenzó por un maldito trabajo para clase. Thais y yo compartíamos habitación en
el viaje de estudios. Necesitábamos hacer un trabajo así que nuestras manos
llevaban unas sosas libretas que nos habían dado al llegar al
Guggenheim.
La
motivación brillaba por su ausencia, y nuestras miradas se notaban frías, huecas
y escondían indiferencia y aburrimiento.
La
noche llegó, y con ella las calles se vaciaron lentamente. A lo lejos oí una
voz, que decía que Mamá no estaba, y que había que llamar deprisa a la
policía.
Por
un instante pensé que quién lo había dicho tenía un problema grave de locura,
pero al ver que las calles se llenaban de reporteros con la noticia: “¿Dónde
está Mamá?, supe que era cierto, la escultura más terrorífica del museo había
desaparecido.
Avisé
a Thais de que teníamos que irnos, pero ella no quería marcharse. A penas
teníamos dos líneas escritas en nuestros cuadernos, y cuándo me di cuenta,
ninguno de nuestros compañeros o maestros estaba ya en el
museo.
Poco
a poco los malos pensamientos empezaron a invadirme y realmente estaba asustada,
mi respiración iba a mil por hora, y me caían lágrimas de los
ojos.
A
mi reacción Thais respondió como siempre: “Serás
miedica.”
Unos
minutos más tarde, cuando solo se sentía el frío de la noche, decidimos salir
del museo, pero no recordábamos la dirección del hotel en el que nos alojábamos.
Nuestra mejor idea fue descansar un rato en un pequeño callejón que estaba a
unas calles del museo. No tardé mucho en oír un “tic-tac” que me ponía de los
nervios. Thais ya estaba durmiendo, pero yo no conciliaba en sueño, porque ese
“tic-tac” cada vez sonaba más fuerte y cercano. Sentía un fuerte dolor en el
pecho, y tenía un horroroso presentimiento. Vi una sombra negra que pasaba
rápidamente y justo después una lluvia roja caía sobre Thais y sobre
mí.
Lo
único que me dio tiempo a ver fue el suelo inundado de sangre y lo que quedaba
de un niño.
Al
despertarme me sentía mareada y dolorida, pero eso no era lo más raro. Estaba en
una gran tela de araña, junto a unos diez cadáveres . Sus cabezas rodaban por el
suelo cuál pelotas, y la sangre lo manchaba todo de un vivo rojo. Thais no
estaba. El tic-tac que tan nerviosa me ponía reapareció en la escena, y descubrí
de donde venía. Unas grandes patas de metal negro se acercaban lentamente a mí,
y cuando me dio tiempo a mirar hacia arriba, vi el cuerpo muerto de
Thais.
No
sabía qué hacer, y ya tenía asumido que me quedaban segundos de vida, cuando un
rayo de sol entró en el callejón, y la araña se quedó
paralizada.
Tuve
que esperar a que la gente saliera a la calle para desatarme, y más tarde
llamaron a la policía, que me hizo cientos de miles de
preguntas.
Mi
cara reflejaba terror, y me sentía fatal…Había perdido a mi mejor
amiga…
Todavía siguen
investigando el caso, pero nadie se cree que una estatua cobrara vida. La noche
es muy larga, y si nadie lo evita, a “Mamá” aún le van a quedar muchas noches,
en las que repetirlo todo. El ¿Por qué? Aún es un misterio.
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